150 aniversario de Pío Baroja en San Sebastián

Hoy se cumple el 150 aniversario del nacimiento de Pío Baroja en Donostia San Sebastián, uno de los donostiarras más ilustres, tal vez el más ilustre que ha dado la ciudad. Pero lo que hubiese tenido que generar una serie de actos de celebración, va a pasar sin pena ni gloria. ¿Y ello por qué?

Quizá porque Baroja siempre dijo lo que pensaba y ello molestó tanto a la izquierda como a la derecha. Sus comentarios sobre San Sebastián, los jesuitas, los militares o los socialistas –que ninguno quedaba muy bien parado-  en «Juventud, Egolatría» han sido utilizados por sus detractores para presentar a un Baroja «cadavérico, plagiario, ateo, antirreligioso, antipatriota…», como diría el cronista de la ciudad Adrián de Loyarte.

Y en lo que se refiere a San Sebastián, Baroja renegaba de una ciudad elitista en la que primaba la monarquía, la aristocracia y la alta sociedad, pero añadía que «a pesar del rastacuerismo, de toda la quincalla, de todo el jesuitismo y de todo el mal gusto que tiene, San Sebastián ha de llegar a ser, dentro de unos años, un pueblo importante y serio».

Y de Pío Baroja hay que quedarse fundamentalmente con su obra, y con las palabras que pronunció en la inauguración de su busto en el Museo San Telmo. ««Si se borra mi recuerdo y el busto persiste en su sitio, me contentaría, si esto fuera posible, con que la gente que lo contemplara en el porvenir supiera que el que sirvió de modelo a esta estatua era un hombre que tenía el entusiasmo por la verdad, el odio a la hipocresía y la mentira y que, aunque dijeran lo contrario en su tiempo, era un vasco que amaba entrañablemente a su país».

Por ello, no deja de sorprenderme el rotundo resultado en contra, 24 a 3, que se produjo hace unos meses en el Ayuntamiento de San Sebastián, para otorgarle la Medalla de Oro de la ciudad. Está visto que don Pío, un siglo después de la publicación del citado libro, «volverá a producir irritación a bastantes de los que lo lean», como dijo Julio Caro Baroja.